Las primeras noticias de mosaicos las tenemos en las ciudades sumerias de Uruk (Mesopotamia): en el IV milenio a. C. recubrieron algunos muros con pequeños conos de arcilla de 10 cm de largo, en un principio eran guijarros. Posteriormente los mesopotámicos expanden esta técnica a la zona de Turquía y Siria ya con dibujos más complejos. Grecia recoge en el siglo III a. C. estos diseños con motivos geométricos de ajedrezados, ondulaciones, triángulos… y utilizan guijarros junto con piedras cortadas de un tamaño específico. En el siglo II a. C. los romanos importan mosaicos y artesanos griegos para las construcciones de sus villas, utilizándolos primero en suelos con figuras vegetales y que incluirán posteriormente escenas de animales y figuras humanas.
La técnica más utilizada por los romanos será opus tessellatum: eran piedras pequeñas cocidas y bañadas en colores negro y rojo. Posiblemente esta técnica evoluciona de las piedrecitas de los mosaicos griegos de los siglos anteriores. Estas teselas fabricadas permitían una mayor variedad de colores, mayor claridad en las escenas y trazos mejor definidos. La técnica se desarrolla en el Imperio Romano en el siglo II a. C.
Mosaico antiguo figuras geométricas
El mayor desarrollo del mosaico tuvo lugar durante los siglos I y II d. C. extendiéndose a la decoración de los muros, donde se utilizan teselas de material cerámico con acabado vítreo, de colores más brillantes que los de las piedras usadas hasta entonces. A partir de ese momento, el vidrio añadirá colorido a los mosaicos.
En el 313 el emperador romano Constantino anunció la libertad de culto con el Edicto de Milán, dejando que los cristianos saliesen de su clandestinidad. La nueva religión salida de las catacumbas cristianas crea una nueva construcción que señala el lugar de culto donde reunir a los fieles: la iglesia. Ahora emergen las nuevas iglesias recubiertas de mosaicos; estos cristianos salidos de las catacumbas sabían que su iglesia no tendría estatuas, lo que favoreció el camino de la perfección del mosaico. Esta técnica se convierte en el medio de expresión de la nueva religión del estado, creando el denominado arte Paleocristiano.
Pronto tienen la necesidad de crear un repertorio decorativo que por un lado, exprese el triunfo de Cristo y por otro sirva para adoctrinar a la mayoría que no sabe leer. Los mosaicos expresan esas dos realidades con múltiples figuras brillantes. De este arte del mosaico nos quedan ejemplos en la ciudad de Roma, la Basílica de Santa María la Mayor. Sus mosaicos son testimonio de la iglesia primitiva; tenían su importancia por el valor educativo para explicar la historia de la Salvación y que fuera accesible a todos, incluidos los no ilustrados.
Arco de Triunfo Basílica Santa María Mayor de Roma
En el siglo IV d.C. el Imperio Romano se fragmentó, convirtiéndose en Imperio Romano de Oriente y de Occidente. Con el declive continuo del Imperio de Occidente, es en oriente con el arte Bizantino, donde el mosaico se muestra en todo su esplendor; en el Imperio Romano de Oriente el uso del mosaico de vidrio como técnica decorativa en arquitectura, alcanzará su pleno desarrollo y se mantendrá con variaciones mínimas a lo largo de once siglos, hasta la caída del Imperio de Oriente. El arte del mosaico se extenderá desde el siglo IV hasta el siglo XV. Los muros de sus iglesias solo tenían un carácter constructivo, lo que consiguen a través de los revestimientos vitreos de los mosaicos es expresar su mensaje por reflexión creando un espacio muy bien definido y determinado por la luz.
Quiero explicar aquí un detalle que me parece destacado en la composición de los mosaicos. En sus orígenes se usó exclusivamente la cerámica o la piedra, siendo el vidrio un material que se incorpora más tarde. Su evolución acabará desarrollando los mosaicos bizantinos de vidrio que conducirá a una nueva concepción del espacio, creando una relación individual entre el vidrio, la luz y los fieles.
Desde el siglo I d.C. la fabricación del vidrio se extiende por Europa a través de los países que componían el Imperio Romano, relacionada directamente con la producción de vino. En los siglos siguientes, a partir del desmembramiento del Imperio, el uso del vidrio en la arquitectura seguirá distintos caminos en oriente y occidente. El vidrio bizantino experimentó un mayor renombre que el romano. La expansión del Imperio Bizantino por el Mediterráneo a partir del siglo VI proporcionó un vehículo de transmisión muy importante; pero fue al final de la Edad Media cuando surgió el vidrio veneciano, que se convirtió en elemento fundamental para las teselas de los mosaicos tomando el modelo de vidrio bizantino y trayendo materiales de Siria.
La manufactura del vidrio llegó a Venecia de la mano de la orden Benedictina, que tuvo una actividad vidriera desde el siglo VIII al X. El poder político hace que no se trasmita la información de la fabricación del vidrio para así mantener el monopolio de la fabricación en los límites de la República de Venecia. Se mantienen los hornos de vidrio en la ciudad hasta 1291 que se cierran por seguridad contra los incendios y han de buscar nueva ubicación encontrándola en las islas de Murano y Torcello.
La utilización del vidrio para las teselas de los mosaicos en la Venecia húmeda es por la durabilidad del material. En Venecia era casi imposible utilizar pintura al fresco porque el agua del mar que sube por capilaridad por las paredes hacía que estas pinturas se estropearan al poco tiempo de realizarlas.
Portada San Marcos siglo XIII
La historia de la manipulación y los trabajos del vidrio se han centrado en las propiedades de absorción y reflejos de la luz. En un principio el vidrio era una materia indomable y se centraron en tratar de dominar el color. Los venecianos perfeccionan el vidrio hasta conseguir hacerlo transparente y con ello incrementar los reflejos de la luz. El color depende de cómo la luz incida sobre el vidrio o cómo el rayo de luz lo atraviese. Con todos estos trabajos consiguieron teselas perfectas para sus mosaicos, creando un ambiente de irrealidad, ligereza y fascinación, en el que los muros revestidos de vidrio se convierten en un elemento de transmisión de la luz como símbolo de Dios.
El fondo dorado de los mosaicos es más simbólico que los distintos colores brillantes de las figuras: es el reflejo luminoso de Dios. Desde el punto de vista compositivo los dorados no crean un espacio ilimitado, sino que simbólicamente cierran las bóvedas del edificio creando un espacio cerrado para las figuras que se mueven en él. En este escenario sobre los mosaicos dorados las figuras se mueven en el mismo espacio que el nuestro sin crear un mundo ilusionista.
Al darle tanta importancia al fondo dorado las teselas debían tener el material más noble posible, crearon teselas vítreas con láminas de oro en su interior. Estas se producen colocando una fina lámina de oro sobre una pieza de vidrio fundido y una lámina de vidrio soplado encima de la capa de oro. Esto preserva la lámina de oro y permite más reflejo en cada una de las teselas.
Ejemplo de esta técnica la encontramos en los mosaicos de la Basílica de San Marcos de Venecia
Mosaicos dorados San Marcos
El arte bizantino perseguía que, con el reflejo resplandeciente de las teselas doradas y los ricos colores, el brillo fuera capaz de iluminar al hombre y unirlo en este ambiente de fascinación a la naturaleza divina de Dios. El cristianismo concibe el ingreso a su religión como una salida de las tinieblas y una entrada a la luz.
Por Carmen Vaquero, Licenciada en Historia del Arte, Intérprete del Patrimonio.